martes, 23 de junio de 2009

Crónica de un despido anunciado. Trinidad San Isidro

El 5 de junio de 2009 22:38, Sergio Fernández <sergiogustavofernandez@gmail.com> escribió

El sanatorio de la trinidad de San Isidro se mudó recientemente, dejando las instalaciones del Jockey Club por una nueva infraestructura edilicia "a full".
Tan al tope de todo es la nueva infraestructura, que desplaza compitiendo con la estructura de salud, tergiversando la misma.
Se entiende que la infraestructura, es lo que está debajo, soportando la estructura (misión), que en este caso se trata de lo que ofrece Galeno sociedad anónima en salud.
Pues bien, ha dejado de ser infraestructura edilicia, ha pasado a ser el foco atencional primario, algo así como la superestructura, el súper Hotel y se interpreta por sus acciones:
Se nos ha pedido que aceptemos como "regla de oro" adorar la nueva tecnología como lo más importante (cuidarla por encima del paciente),
La UTI con 20 camas (sí 20 camas) por más que tenga toda la tecnología disponible no es nada funcional, su arquitectura no responde a ningún modelo probado conocido, no es abierta, no es semilunar, no tiene boxes, cada habitación cerrada no posee ventana ni en pared ni en la puerta por lo que no hay visibilidad directa, solo a través de los monitores. El coeficiente de enfermera/o Paciente supera con creces el recomendado internacionalmente por el CIE y por las asociaciones Argentinas y supera al doble las normas legales vigentes (resolución ministerial 194/95) ya que es de 1:4. Colegas, ¿pueden imaginarse lo que es escuchar un pase de guardia de 20 pacientes de UTI? Cuando se llaga al último ya desapareció hace rato de toda copresencia el primer paciente. Con ese coeficiente enfermera/paciente no hay nadie para monitorizar, el seguimiento del monitoreo en esta situación es un lujo, y se llega siempre atrás del evento, cuando suenan las alarmas rojas. Las alarmas amarillas suenan continuamente, son aquellas que nos hablan de algún ruido o artefacto que se produjo por moverse el paciente o desconectarse algún electrodo, o algún evento leve como alguna extrasístole aislada. El sonido de fondo que producen las alarmas amarillas, nos da el umbral de tolerancia aceptado en ese ambiente de trabajo, es un estresor que continuamente suena de fondo porque no hay disponibilidad de tiempo para recolocar ese electrodo o setear nuevamente el sistema con parámetros adecuados para cada paciente, para eso se necesita más enfermería.

Hubo muchos colegas sancionados y despedidos por conseguir la silla respectiva en los servicios (Ley de la silla. Ley Nº 12.205/35)
Las cámaras de vigilancia se encuentran absolutamente por todos los pasillos, estas cámaras son de vigilancia, no tienen acceso a ellas desde enfermería, cosa que tal vez podría llegar a justificar de algún modo su presencia para seguir algún paciente fuera de su habitación, pero en realidad son cámaras que producen la sensación (a enfermería) de estar continuamente vigilado, de ser el continuo sospechoso (bah, como siempre), Nos dan la continua presencia del GRAN HERMANO, y no me refiero al del reality, sino al que le da origen en la novela de George Orwell.

Actualmente la pelea interna continúa con los pocos colegas que se reusan a adaptarse a esa nueva modalidad de trabajo con tanto grado de sometimiento, pero claro, también hay límites en la lucha, ya que cada uno sabe hasta dónde le aprieta el zapato, y la situación obliga a cuestionarse hasta dónde se puede tolerar por miedo a perder el trabajo. Ante la misma injusticia todos tenemos diferentes condicionantes y necesidades en nuestra familia y diferentes desciveles de tolerancia. El mío fue excedido hace rato, cuando supuestas colegas con responsabilidad de conducción (en realidad funcionales al modelo médico hegemónico imperante) Me pidieron, bajo tal situación, que colabore con un manual de la calidad, que tome más pacientes que lo recomendable en leyes y asociaciones, que trabaje fuera de horario gratis, yendo a acomodar sueros e insumos "para familiarizarse con el edificio cuando nos mudemos", y se me gritara exigiendome que me callara cuando empecé a manifestar mi desacuerdo con el modelo, ... con esa exigencia a gritos sentí como si de repente los años de evolución y lucha social no significaran nada y me encontrara en el 1800 bajo régimen esclavista. ¿De veras habrá creído que tenía autoridad para llamarme al silencio?


En fin, como dicen los redondos: "El futuro llegó hace rato todo un palo, ya lo ves!"
Lic. Sergio G.Fernández Santiago

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